Slam

En Alicante, al igual que en otros sitios de España y del mundo, tienen lugar  eventos llamados slam poetry. Esta modalidad, llamada también poesía performativa o spoken word, surgió en bares y salas  de Nueva York en 1985 y su popularidad se ha extendido por todo el mundo en los últimos años. Dos investigadoras, Diana Cullel y Nòelia Díaz-Vicedo, ambas catedráticas universitarias en el Reino Unido, han dedicado un estudio a este fenómeno (La comunicación no verbal en el Slam : El caso de Dani Orviz). El análisis destaca la comunicación que establece la “perfopoesía” (sic) entre el actor y espectador a través de distintos canales, a saber: “magnitudes básicas como el tono, el modo, el ritmo, el tempo, la dicción, el acento, la impostación de la voz, la cadencia, la armonía, el gesto y la expresión, la intención enfática del verso, el volumen. La carga de sonido, etc.”. Así como los poetas de la Antigüedad, que competían en los juegos florales romanos, los slamers van a la liza sin lira y sin más que sus versos en métrica clásica a menudo, y un repertorio de muecas y movimientos que acompasan y acentúan su perfomance,  en tiempo límite de tres minutos, que es valorada por un jurado popular, o sea los asistentes al acto previo pago de entradas. Porque aunque el slam no se hace con intención de lucro hay gastos de organización.

Las estudiosas del slam poetry se centran en las actuaciones del poeta asturiano Dani Orviz, campeón absoluto de varios certámenes, algunos de categoría mundial, en los últimos años. Orviz, en el escenario,  aparece desaliñado, entre proletario y bohemio,  y hace uso de onomatopeyas y golpes, chasquidos de dedos que están al límite de ciertas reglas que prohíben la música y atrezzos.

No soy quién para dar carnés de poesía, aunque crecí rodeado de buenos poetas en mi país de origen, Chile, donde aparte de dos Nobeles (Neruda, Mistral) se levanta una piedra y aparecen como hormigas. Pero reconozco en seguida cuando un poeta es de primera, segunda o tercera división. De la misma manera en que mi oído entrenado por la escucha de jazz puede distinguir entre Chet Baker y un músico callejero. Y tras visionar slams en You Tube (aún no he querido tener la experiencia de presenciarlos en vivo) mi opinión no es muy favorable. Tal vez tengo prejuicios al respecto,  aunque reconozco que Orviz tiene algunos puntos en Guerra, uno de sus poemas más celebrados,  y roza la comedia en Pero con Funky. Sin embargo, no es comparable al canon que sigo teniendo en lírica y que postula al mismo Neruda, a Octavio Paz, Aleixandre o a Gil de Biedma entre las cumbres poéticas de todos los tiempos. El filósofo y escritor francés Edgar Morin, protagonista de la vida política y cultural del S XX en su país,  analiza este género literario (Amor, poesía, sabiduría, Seix Barral, 2001) y dice que “lo nuevo no es necesariamente lo mejor” y que “la verdadera novedad nace siempre en el retorno a las fuentes”. 

A favor de los slamers se puede decir que han popularizado, llevando a amplios públicos un género en decadencia, bebiendo de los mismos orígenes de la poesía, que en sus inicios fue un rito festivo y competitivo. Salud y larga vida a estos aedas, algo saltimbanquis y juglares medievales,  pero con intención de crítica social,  o satírica  la mayoría de las veces.

¿Quién lee?

Leo en un diario de Alicante que hay un señor que vive en la calle rodeado de libros que recoge (yo hago lo mismo, pero alquilo un techo que me acaban de subir). Ignoro si los lee o si simplemente son un adorno en su morada al aire libre, en pleno centro urbano. Tal vez forma parte de ese porcentaje de lectores que señalan las estadísticas del Ministerio de Cultura : un 65% de la población en su tiempo libre , contra un 34,5 que no lee nunca. Los mayores mejoran un poco, pero son las mujeres jóvenes urbanas con formación universitaria las que lideran el índice de lectura.

Las librerías se mantienen a duras penas, hemos conocido el caso de una muy antigua que ha tenido que cambiar de sitio y asociarse con otra, también muy conocida, para subsistir.

La biblioteca pública de San Vicente del Raspeig está a media jornada en los meses de verano y las novedades son casi inexistentes. Afortunadamente, hay algunas actividades para los niños. Y los mayores pueden leer los periódicos del día, al menos.

En esta ciudad hay algunas librerías que tienen literatura especializada. En una de ellas compro la colección favorita de mi nieta (La escuela de monstruos) que es para aprender a leer. Son historias surrealistas, a menudo con anécdotas escatológicas (muchos pedos y malos olores) que hacen gracia a los menores. En mi tiempo eso habría sido impensable, nos educaban con buenos sentimientos y pulcritud de costumbres y vestuario. Los monstruos estaban para la cartelera del cine o los cómics y para los mayorcitos. Ya, con el tiempo, aprenderíamos que los monstruos con aletas y garras  no existen, son señores bien vestidos de cuello y corbata, también algunos con hábitos religiosos.

¿Por cierto, España es o no es un estado aconfesional? Lo de Jumilla clama al cielo. Una pena que esa comarca, famosa por sus vinos, lo sea por la mala uva de los destropopulistas. Habría que mandarles unos ejemplares del libro del historiador Eduardo Manzano, La España diversa para que aprendan que la cultura hispánica es también, en gran parte, un legado de la musulmana.

Urgencias

Si la sanidad pública es un problema en San Vicente del Raspeig, como he venido denunciando aquí, la atención sanitaria en el Hospital General  es eficiente en Urgencias.  Tuve que comprobarlo al visitar a una persona que sufrió un síncope en la vía pública. Fue sometida a varias pruebas, entre ellas un TAC, que afortunadamente no arrojó malos resultados. Los celadores (as) fueron serviciales y amables en todo momento, indicándome el camino a los boxes de la segunda planta (modernos, bien climatizados) y ayudando a la paciente hasta abordar el taxi. Igualmente, la atención por parte del personal sanitario fue atenta y la de la médico muy profesional. Pese a la supresión de camas (69) el Dr. Balmis funciona.

Como contraste, algunas localidades de la costa permanecen con las urgencias saturadas . No hay reemplazos suficientes, señalan los sindicatos, lo que es debido a un problema estructural del sistema de salud, según la Consellería.