Fui testigo de la destruccón del matrimonio de mis padres. También de tantos otros en mi entorno, y por supuesto, también de los dos míos. Sin embargo, esto no me hace una autoridad en la materia, por lo que prefiero ceder la palabra a los expertos que he venido citando en la edición anterior de estas hojas que recojo como cosecha otoñal en mi biblioteca.
Nosotros
¿Tiene algún sentido plantearse la pareja , o el matrimonio como un “nosotros”? Adam Phillips, el psicoanalista autor de Monogamia, nos dice que es una pretensión, una exageración de la palabra “yo”. Nosotros es el yo deseado, el yo como pandilla, el yo como alguien más también. “Si la vida en pareja puede desanimar tanto es porque el otro nunca se une de verdad; o mejor dicho, porque quiere exactamente lo mismo, pero de un punto de vista totalmente distinto”.
Para Phillips, la monogamia es la religión o el arte de los realistas o los desengañados. Porque para creer en ello hay que tener una capacidad de sufrimiento que hace sospechar de una cierta tendencia al masoquismo:
“En otras palabras, no podemos más que preguntarnos si son artistas, o santos, o realistas. Es difícil saberlo, porque el desengañado siempre cree actuar de una manera realista, y el realista siempre piensa que dice la verdad”.
No es muy optimista este autor sobre el delicado y trascendental tema que le ocupa. Sugiere que se elige la vida monógama por la necesidad de encontrar a alguien con quien morir o envejecer. Otras veces es “una cura contra el terror de estar vivos”.
Un promiscuo, se cree, envejece mal, sin gracia, y frecuentemente desamparado. O “muere como un perro” como se suele decir citando un viejo refrán popular. Hay casos en los que seres solitarios dejados de la mano de Dios o de sus familiares aparecen convertidos en momias tras años de soledad y abandono.
Si la vida erótica reorganiza el mundo, se plantea Phillips, luego es política. Y se pregunta qué clase de ideas tienen los monógamos, cuál es su tendencia de voto, una pregunta muy interesante. Yo diría que los casados son de derechas, de centro, o de izquierda moderada. Y el resto, militantes o simpatizantes de los extremos.
Odio y desprecio
¿Por qué o cuáles motivos se destruye una relación monogámica matrimonial? Cedo a la palabra a Carl Gustav Jung, el psicoanalista suizo que junto a Freud fue la figura más poderosa como investigador de la psique humana.
“Cuando alguien se queja de que no se entiende con su mujer o con personas a las que estima, de que siempre suceden entre ellos escenas terribles y resistencias, entonces notará usted en el análisis de esa persona que padece un ataque de odio. Ha vivido con aquellos a quienes ama en una “participation mystique”. Se ha extendido sobre los otros hasta ser idéntico con ellos, y esto es una violación del principio de individualidad. Luego, naturalmente, experimenta resistencias y debe retroceder. Entonces, le digo: “Por supuesto que hay que lamentar que usted siempre tenga dificultades, ¿pero no se da cuenta de lo que hace? Usted ama a alguien, se identifica con él, y luego quiere naturalmente afirmarse frente al objeto de su deseo y lo oprime mediante su identidad que da por sentada. Usted lo trata como si fuera usted mismo, y naturalmente, habrá resistencia. Es una violación de la individualidad de la otra persona, y es un pecado contra su propia individualidad”.
“Del amor al odio solo hay un paso”, se dice. “Odio”, “ira”, “aburrimiento”, son grupos de palabras que en el léxico de varias lenguas se asimilan “con la aversión, el malestar contra alguien y la violencia explícita o implícita” , señalan José A. Marina y Marisa López Peñas en su Diccionario de los sentimientos, en uno de sus capítulos dedicado al odio y el fracaso del amor. En los diccionarios del siglo XIX encuentran que el amor es descrito como breve mientras que la amistad es duradera. Citan un poema de Rilke (Liebe und Abschied, Amor y despedida):
“Así la eternidad os prometéis
del abrazo. Y, sin embargo, cuando sobrepasáis los primeros sustos
de la mirada, y la añoranza de la ventana,
y el primer paseo juntos, por el jardín, una vez:
entonces, amantes ¿seguís siéndolo aún? Cuando uno al otro
alza la boca y-sorbo a sorbo-toma,
¡oh, qué extrañamente el bebedor se evade de su acto!”
La tasa de divorcios en Occidente se acerca al sesenta por ciento, en España el porcentaje varía según algunos datos estadísticos, pero es probablemente mayor.
Si uno de los componentes del amor es el aprecio, su reverso es el desprecio. Que es negar a alguien respeto o dignidad.
Cuando el profesional de la psicología encuesta a las parejas sobre su fracaso matrimonial descubre que entre las motivaciones está el desengaño al comprobar que ambos esperaban algo distinto de su relación. La infelicidad y el aburrimiento desencadenan una serie explosiva de reproches o imputaciones. Lejos queda la etapa de enamoramiento, que favorece imágenes positivas del otro.
Hay quienes buscan afirmarse en sus inseguridades a costa de la persona amada y se encuentran finalmente decepcionados o buscan a otra persona cuando esos sentimientos han desaparecido.
Si el amor es un conjunto de deseos puede que éstos sean tan desmesurados que no puedan cumplirse. El deseo de conquista, es el primero que al cumplirse deja un inmenso vacío. Si los deseos de ambos son radicalmente diferentes, estarán condenados al fracaso.
El mayor asesino del amor es, en definitiva, el aburrimiento. El odio y el desprecio llegan después, por añadidura.
Cedamos la palabra nuevamente a Jung :
“De nada puede afirmarse que sea verdadero o falso. ¿Cómo podría juzgarse? La vida humana y el destino humano son tan paradójicos que apenas si puede erigirse una ley vinculante. Cuando determinada mujer se casa con determinado hombre suele ser cierto que existe una relación sexual entre ambos, pero algo mucho más fuerte que el poder de la sexualidad podría haberlos unido para otros objetivos totalmente distintos. Tenemos que tener en cuenta tales cosas, porque realmente suceden, y cuando se tratan tales casos se adquiere una tolerancia extraordinaria frente a los múltiples caminos del destino. Las personas que deben vivir determinado destino se vuelven neuróticas cuando se les impide que lo hagan, incluso cuando esto, medido desde una verdad estadística, sea un terrible absurdo. El agua a veces fluye hacia arriba. Considerado desde un punto de vista racional acaso sea falso, pero tales cosas suceden, y tenemos que aceptarlas”.
El psicoanalista añade que en el matrimonio se ve la paja en el ojo ajeno, no en el propio, lo que desencadena conflictos larvados que no se enfrentan y repercuten en los hijos. “Sabemos que los niños tienen sueños que tratan sobre los problemas silenciados por los padres”, advierte y estos son la causa de las neurosis infantiles.
Nuestros hijos, nuestros nietos pueden ser las víctimas “colaterales” de tantos matrimonios o parejas que quedaron en el camino largo y tortuoso del fracaso.
En mi vecindad aún quedan matrimonios longevos, los veo cada día salir puntualmente , bien temprano. Hace más de medio siglo que hacen lo mismo, ir juntos de compras, visitar a los hijos y nietos los domingos. Nunca me he atrevido a preguntarles cómo lo han hecho, si han sido y son felices. Cómo han conseguido esa alquimia psíquica para mantenerse juntos. ¿O , como dice Adam Phillips, “la desilusión es la clave de un romance para toda la vida?”.

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