Si revisamos las páginas de la historia de la literatura encontraremos numerosos escritores que fueron seducidos o abducidos por las sirenas del fascismo y otras ideologías afines, como el nacionalsocialismo alemán. La lista es larga y en ella figuran nombres de autores geniales como Ferdinand Céline, Ezra Pound y Gabriele D´Annunzio. En España  destacan Giménez Caballero  y Sánchez Mazas, entre otros llamados “escritores azules” de la corte literaria de José Antonio, que proclamaban que “el arte debía educar a las masas”.

En Francia en medio del auge del neofascismo representado por la horda lepenista, se está produciendo un fenómeno sin precedentes, cual es la reedición de las obras de intelectuales fascistas, entre los que se encuentran el antes citado Céline, Charles Maurras (1858-1952), teórico de un “nacionalismo integral”  e ideólogo de Acción Francesa un movimiento ultraderechista, Lucien Rebatet , otro fascista “ilustrado” y Robert Brasillach , colaborador del nazismo y combatiente en España por el bando nacional. De esta manera, con la ayuda de la famosa editorial Gallimard que los edita bajo el rótulo de “escritos polémicos”, estos textos que antes se podían encontrar de tapadillo en librerías de viejo a la orilla del Sena y también por Internet, conocen ahora un nuevo aire de best sellers. Nada extraño si vemos que en estos días el nacionalismo más grosero se adueña de los medios radicales franceses de ultraderecha,  que se empoderan esgrimiendo las rancias ideas de Maurras , cuya influencia en el pasado llegó hasta países como Argentina. Y aunque Gallimard echó pie atrás  ante la oleada de críticas por su exhumación de textos fascistas y antisemitas, Amazon tomó el relevo y los vende como rosquillas.

Debate aparte es si se debe o no censurar estos libros infectados de populismos pardos. Pero lo cierto es que los escritores fascistas han sido legión y que aún tenemos buenos ejemplos de la especie actualmente en nuestro país, como Arcadi Espada o el filósofo Albiac. Otro , no sé si calificarlo de “fascistoide” o simplemente “facho ilustrado”, es el celebrado, por algunos, Arturo Pérez Reverte. De él no he leído más que su famoso debut en el  mundo literario hace tres décadas. Territorio Comanche. En ese libro escrito como un reportaje de corresponsalía de guerra, el autor emplea un lenguaje sucio, rápido y efectivo en el que se muestra equidistante y gélido ante el horror de la guerra de los Balcanes, un episodio que vivió en sus 21 años como periodista especializado en conflictos bélicos. La vida nómade y azarosa de sus compañeros de oficio, sus debilidades es relatada con acentos satíricos y no deja títere con cabeza, frecuentemente mencionando con nombres y apellidos, otras con apodos a otros colegas de profesión a los que denigra. Con el tiempo se ha convertido en un escritor exitoso con adaptaciones de sus novelas al cine y también como activo polemista en redes sociales, donde opina de lo humano y lo divino. Sin “enfado”, como aclaró hace poco, pero “descojonándose” de todo. Por ejemplo de que en una versión cinematográfica de Guillermo Tell salieran “amazonas con faldas” derrotando a recios guerreros. Lamenta que el hijo con la manzana en la cabeza sea árabe y que “solo faltó que el rey fuera negro para tener la película ideal”.

Quien mejor caracterizó a este escritor y académico de la lengua fue el valenciano Rafael Chirbes en el volumen 1 y 2 de sus celebrados “Diarios”: “Reverte escribe para los herederos de los oficiales africanistas que retrata Sender”. Se refiere Chirbes a su lectura de Trafalgar, en la que critica el lenguaje castizo y anacrónico empleado y la exaltación de un ardor guerrero dignos de “un Primo de Rivera padre y un Queipo en Sevilla con su perfume a coñac de garrafa”. A su juicio, lapidario, sobre Reverte añade : “derrocha dosis de populismo y demagogia”. Y sin embargo, se dice, asombrado: “la crítica sesuda ha comentado, favorable e incluso admirativamente el libro. ¿Alguien puede venir a explicármelo?”. Chirbes falleció en 2015 y no creo que nadie lo haya hecho. Porque no tiene explicación que Reverte guste tanto. O sí, tal vez esté encumbrado en la ola del neofascismo que nos amenaza.

Fachas ilustrados han existido y no es para asombrarse que entre ellos haya tipos como un famoso científico francés , Pierre P. Grassé, renombrado biólogo, zoólogo y paleontólogo, autor de un libro muy conocido titulado “El hombre, ese dios en miniatura”, en el que postula una sociedad aristocrática y autoritaria y critica la anticoncepción y arremete contra “seres de sexo dudoso, desmelenados, ebrios de droga” en una delirante descripción de un futuro (escribe esto en los años 70 del siglo pasado) apocalíptico provocado por la modernidad. Y afirma que “el marxismo se refiere a un hombre de razón, fuera de la realidad”, ya que la clase trabajadora es comparable a ciertos insectos, como las abejas o las termitas.

D´Annunzio, que perteneció a la nobleza italiana, fue además de un precursor del fascismo y una inspiración importante para Mussolini, un gran poeta. De él son estos versos, de alguna manera proféticos, de los que he tomado prestado el título de este artículo: 

Ahora conviene el silencio. 

Oscuro es el sueño del futuro

Nueva muerte nos espera

¿Más en qué día supremo 

Oh hado, reviviremos?”

(Del Tercer Libro de Canto Nuevo)