No hay un villano sin un maestro, y tal vez este aserto podría llevar la firma de Maquiavelo. Porque maquiavélica es la figura del villano en su acepción de personaje de ficción que representa el mal en dramas y melodramas en los cuales éste se opone a la figura del héroe. El villano teatral, operístico o cinematográfico ha sido personificado con distintos rasgos que han evolucionado con el tiempo desde los fenotipos raciales  oscuros hasta los blancos y de ojos azules. Justamente como el tipo germánico de Donald Trump, el villano de la película de Ali Abassi estrenada en el Festival de Cannes de 2024. Pese a estar nominada para varios importantes premios (BAFTA, Oscar y  Palma de Oro del  mencionado festival), ha pasado desapercibida y parece que no es casualidad, puesto que la mano tenebrosa del presidente americano llega a todos los rincones del planeta, por qué no también a las grandes distribuidoras y salas de cine.

La película nos muestra a un joven Trump en apuros recaudando puerta a puerta el alquiler de sus míseros inquilinos de las pocilgas construidas por su padre, Fred, hijo de un inmigrante alemán y sospechoso de haber pertenecido al Ku Klux Klan. Debido a su probada discriminación racial en el alquiler de estas viviendas en el barrio de Queens (Nueva York) debió enfrentar un proceso judicial y ahí es cuando entra en escena el maestro de villanías de su hijo Donald, que requiere para la defensa de sus intereses al abogado Roy Cohn,  responsable de la ejecución del matrimonio Rosenberg y adalid de la ultraderecha más temible de la era  McCarthy, conocida como El segundo Terror Rojo. Este abogado, discípulo de Maquiavelo, ultraconservador y “patriota americano”, le enseña al heredero del imperio inmobiliario las tres máximas que seguirá a rajatabla en su vida :   “Atacar, atacar siempre, no admitir nunca un error y cantar siempre victoria, aunque esté derrotado”.

Así se entiende muy bien el desarrollo posterior de la vida de este engendro demoníaco, imagen icónica del neofascismo capitalista. Vamos viendo como el mozalbete torpe se convierte en un dandi atildado y triunfador de la mano de su maestro de trapacerías. Al que abandona sin remordimientos cuando éste cae derrotado por la enfermedad y el descrédito. Roy Cohn era homosexual y no tuvo empacho en extorsionar a otros homosexuales en importantes posiciones para encumbrar a su pupilo, eximiéndole de impuestos y ayudándole a escalar hasta la cúspide, simbolizada por la Torre Trump en el corazón de Nueva York.

La vida conyugal de la primera relación marital de Donald Trump también es vista en este ejercicio de disección anatómica de un personaje oscuro, brutal y corrupto como pocos, que viola a su propia esposa en un arranque de violencia vengativa. Su esposa, Yvana, a la que desprecia por haberse operado de los senos a instancias suyas, le dice que está “gordo y calvo”. Por lo que a continuación él se somete a una intervención estética.

 El villano se reconoce a sí mismo sin pudor como “un asesino”, diciendo que lo es con orgullo. “Es cosa de genética, lo soy y eso significa que soy un triunfador, no una víctima, un perdedor, como son los demás”. También manifiesta su desinterés por la política, ya que él sabe que “todos son unos ineptos y corruptos”, a los que él sabe manejar a su antojo para salvaguardar sus intereses, que son, en su opinión, coincidentes con esa América que quiere “hacer grande otra vez”.

Las similitudes entre este monstruo creado por un abogado sin escrúpulos recuerda al de Mary Shelley, una horrenda criatura que no conoce el amor y que acaba asesinando a la familia del que le ha dado la vida y su espantosa fuerza siniestra. Trump es el monstruo de Frankestein de nuestro tiempo.Recomiendo a quienes puedan y quieran conocer más acerca de este inmundo personaje real que visionen esta película. Imprescindible en estos momentos en que el mundo se estremece ante este genio del mal engendrado por lo peor del sistema capitalista.