Existió , hace la friolera de 50 años , una serie televisiva o “culebrón” mexicano con el nombre de Barata de Primavera. Es también el nombre de mi “boutique” favorita en San Vicente del Raspeig, un viejo local regentado por Ricardo, un ecuatoriano, que se dedica a reciclar toda clase de cosas, desde electrodomésticos a vestuario pasado de moda y reutilizado unas cuantas veces. Yo lo empleo aquí para desgranar reflexiones y cuestiones varias, misceláneas, con la intención de reciclar la actualidad. Agradezco al genial Arcimboldo, por prestarnos su famosa ilustración de la primavera

Españoles felices

Aún vemos la televisión, especialmente los mayores. En la nacional echan una antigualla llamada Españoles en el mundo. Llama la atención que esos españoles autoexiliados declaren que están tan felices fuera, en Tailandia, Malasia o en remotas islas del Índico o el Caribe, y que no está en sus planes volver a la patria, donde dicen que se fueron para respirar aire puro y vivir una vida más relajada. Ciertamente, se trata de perfiles laborales especiales, consultores, profesionales de la hostelería o de la banca , también deportistas, que decidieron cambiar de vida y actividad en un medio más propicio para emprender y en un entorno natural “paradisiaco”. Echan de menos, si acaso, la gastronomía (el jamón, la paella) , el grupo de amigos o familiares. Normal, son humanos después de todo. Pero es significativo que para ellos España no sea más que un recuerdo afectivo, no un lugar donde se puede vivir con cierta holgura y felicidad. No lo dicen expresamente, pero se comprende. ¿Quién puede vivir en un Madrid o en Barcelona, donde se tarda lo que no se puede soportar en llegar al trabajo? ¿En un país, saturado de turismo,  donde ambiente laboral es tóxico, machista y en el que las jornadas son eternas y mal pagadas? Para eso, mejor dejar la corbata y el traje y plantarse en Manzanillo o Punta Cana, cambiarlo por el bañador y poner un chiringuito de kite surf. O una academia de yoga en cualquier lugar del planeta. Libres al fin de Hacienda, de los jefes tiranos, del tráfico y las aglomeraciones.

Fin de la fanfarria

Buena campaña de lavado de cara le han hecho todos los medios informativos de este país a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, con las exequias de Francisco y las fanfarrias de la elección de León XIV. No nos han dejado respirar con los detalles de ese funeral y las quinielas del cónclave. Como si al común de los mortales nos importara tanto lo que un grupo pequeño de gerontes purpurados decide en un estado teologal, nada democrático y anclado en preceptos medioevales. Dice el nuevo pontífice que luchará contra los infieles que consideran que la fe cristiana es “absurda” y se mofan de ella.  Suena mal, a esos abogados que arremeten contra la libertad de expresión cada vez que alguien se atreve a tocar con humor los dogmas. Y eso que vivimos, teóricamente en un “estado aconfesional”.

Al menos, espero, se habrán acabado los fastos y los informativos a pie de Vaticano. Tenemos cosas más urgentes de que ocuparnos.

Recomiendo la lectura de la obra recopilatoria de autores como Lucrecio, Spinoza, Darwin, Einstein, Dawkins, entre otros, que realizó el talentoso escritor británico Christopher Hitchens bajo el título de Dios no existe. Lo dedicó a la memoria de Primo Levi, escritor que sufrió los campos de exterminio nazis. Esos mismos que ahora visitan, contritos, nuestros gobernantes, que no advierten que estamos a las puertas de un nuevo Reich fascista.

Otra vez, el fascistódromo

La Plaza de Colón, en Madrid, vuelve a ser el fascistódromo de España. Allí se mezclaron los de la derechita cobarde y los de la derechita audaz. Da grima ver a tipos como Ortega Smith, que se retrató con un fusil de asalto y lanzó un botellín a un adversario político, hablar de democracia y de justicia. Y a los de la masa seguidora con sus pancartas pidiendo libertad.  Ignoran el significado de eso los que adoraron a Franco y siguen defendiendo su doctrina, llevando las banderas del aguilucho facho.

Es cierto que el tren de Sánchez parece haber llegado a un momento de parón y descarrilamiento, como esos trenes que tanto están pesando en su gestión. El PP ya ha hecho un llamado a estrechar filas para el momento que esperan. Cualquier día de estos la coalición gobernante sufre un “apagón político” y sálvese quien pueda. Y no quiero ser Casandra, pero se ve todo muy oscuro. Color de hormiga. Será la primavera, a veces mortal (Lajos Zilahy) y esta vez muy tormentosa, en todos los sentidos.