Yussef Mustacchi , más conocido como Georges Moustaki (1934-2013) nació en la mítica y legendaria ciudad egipcia de Alejandría, en el seno de una familia de inmigrantes griegos de origen judío. Esta circunstancia hizo que su música estuviera influenciada por la cultura oriental y que también incluyera elementos y lenguajes exóticos. Moustaki  antes que judío o griego fue un cantante universal, aunque su fama fuera de Francia, su patria de  adopción, ha estado limitada a un par o más de canciones como “Le métèque” (El extranjero) o la Balada de Sacco y Vanzetti.

Le Métèque

Su aspecto (de “judío errante o pastor griego”, como dice la canción más famosa) era exactamente el del joven Moustaki cuando llegó a París con sus estudios secundarios y algunos libros bajo el brazo, que vendía de puerta a puerta. Le interesaba mucho la literatura, en especial la poesía, que empezaba a escribir por aquel entonces. Sus encuentros con artistas franceses establecidos, la Piaf y Brassens, fueron decisivos para que  empezara a cantar y grabar algunos temas. Para Edith Piaf compone Milord, que termina siendo un éxito y Moustaki encuentra el impulso para seguir componiendo y cantando en el sello Pathé Marconi. Se cambia el nombre en honor de su admirado amigo Brassens.

Le Métèque , es en  1966, su carta de presentación, pero anteriormente había sido rechazada. El origen de la canción insignia de Moustaki es el problemático y fallido romance entre el autor y una joven francesa, menor, que había causado un escándalo familiar. Esta temática amorosa sigue siendo medular durante su carrera artística, porque a pesar de estar en idilios con la misma Piaf y otras figuras femeninas de la canción, Moustaki seguía siendo lo que Francisco Umbral llamaba “menorero” , actualmente “pederasta”, por su atracción a las chicas que no sobrepasaban todavía la mayoría de edad. Escuchen, por ejemplo “Dix sept ans”.

Otros temas y motivos forman parte de su inspiración en los años siguientes y en 1973 aparece Déclaration , álbum con resonancias de la bossa nova brasileña. De Moraes, Toquinho, Dorival Caymmi y otros artistas son su pasaporte de entrada a la música exótica tropical. Moustaki canta a los sanfoneiros brasileños, que recorren las aldeas para animar las fiestas populares, a las playas  y paisajes de un país lejano que recorre de la mano de esos artistas antes mencionados. Pero retorna siempre a su París, dónde ya es reconocido y admirado.

Ibrahim

No olvida por eso sus orígenes, en especial su condición judaica. Y donde mejor se manifiesta es en su faceta de escritor. Algunas de sus obras literarias, que han sido también publicadas en España, son “Las hijas de la memoria” (Gedisa, 1990), “Hijo de la niebla” (Plaza6 Janés, 2001) y “Siete cuentos fronterizos” (Belacqua, 2007). En éste último destaca un relato titulado “Ibrahim”, la historia narrada en primera persona de un colono israelí que llega a Gaza a los diez años y cuenta su vida hasta  la edad actual, 66 años. Cuando Ibrahim, que al llegar siendo niño de la mano de sus padres judíos se llama Abraham, se da cuenta de que su familia y otros enviados por el gobierno de Israel no son precisamente “colonos” sino ocupantes -por la gracia de Jehová- de territorios poblados por palestinos se produce en él una contradicción o disonancia cognoscitiva. Las fricciones entre los mal llamados colonos y los nativos palestinos van en aumento y muy pronto se produce una escalada de agresiones que acaba en un conflicto armado entre ellos. Los ocupantes judíos han llegado con lo puesto aunque apoyados políticamente por su gobierno , pero con el tiempo prosperan a costa de la miseria de los gazatíes. Todo iba bien hasta que las relaciones entre ambos pueblos, manipulados por sus respectivos gobernantes se deterioran. No hablan la lengua del otro, no respetan su cultura y hay una opresión de esos ocupantes hacia los más débiles, los palestinos que no poseen la tecnología ni la capacidad militar para oponerse al invasor. Un día cualquiera, debido a la presión internacional (los europeos y americanos) los colonos israelíes son conminados por su propio gobierno a abandonar Gaza. Abraham, que no comprende por qué debe convertirse en un paria desheredado como sus vecinos musulmanes se resiste a dejar su hogar y es detenido y trasladado a la fuerza a su país de origen. Como aún es joven y fuerte, logra escaparse del transporte en que viajaba e intenta regresar a su pueblo. Pero se encuentra con que solo hay ruinas, casas quemadas y se ve obligado a aceptar la hospitalidad de aquellos a quienes había despojado de su terruño y que ahora viven en un campamento de refugiados. La forzada convivencia con el enemigo le transforma en una persona diferente, que puede ver, al fin, que por encima de ideologías detrás de cada hombre, indistintamente de su etnia, religión o nacionalidad, late un ser humano.  Los que antes fueron sus víctimas y enemigos lo han acogido y le dan una segunda oportunidad para subsistir aún en medio de la miseria que ellos viven. El entendimiento y la aceptación del otro, el diferente, el que creía enemigo irreconciliable, nos dice el autor, es el camino. El mismo que recorre ese Abraham, que lleva el nombre de un fundador judío y que se transforma en el gazatí Ibrahim.

La música de Moustaki va en el mismo sentido y por eso la interpretó en varios idiomas, entre ellos el euskera y el hebreo. Sus temas han sido interpretados por cantantes de todo el mundo, particularmente también en el mismo Israel, donde tenía familiares.

En los últimos treinta años de su vida viajó incesantemente por el mundo. Entretanto, se dio tiempo para participar en el cine como protagonista (Mendiants et orgulleux (1971) y “Livingstones” (1981). También realiza apariciones en otras películas , Trans Europe Express (1983), “Les mouettes” (1990) , “Alla rivoluzione  sulla Due Cavalli” (2001), “Akoibon” (2004) y “Navarro” (2004).

Como compositor escribió la música para más  de 20 producciones cinematográficas y algunas obras de teatro.

En 2009, con la salud seriamente resquebrajada, cesa su actividad y dos años más tarde, a los 77 años anuncia que es definitivo. Se dedica entonces a pintar y escribir, actividades que debido a  sus giras ya no podía hacer.

Capítulo aparte merecen sus hazañas amorosas, porque sin duda siempre fue un gran seductor. Su efigie bohemia cautivaba a las fans de todo el mundo y yo mismo sentí celos de él porque mi novia en París bebía los vientos por su voz, su mirada soñadora y sus cabellos ensortijados “ a los cuatro vientos”, como se describía él mismo en su célebre canción. Una de sus parejas fue la cantante Barbara, con la que grabó algunos temas, entre ellos una canción que hablaba de amores muy libres. “Yo no te espero al final de una línea recta”, cantaban a dúo, dando a entender que entremedio había otros hombres y mujeres y la cosa era más bien sinuosa o con recovecos no culpables pero sí muy placenteros. Como buen anarquista confeso, Moustaki pregonaba un amor libérrimo, ausente de tabús y ligazones burguesas.

En estos días reviso su discografía, de la cual conservo varias grabaciones tanto pirateadas como legales. Entre ésta últimas hay un álbum en la que el ya anciano trovador le canta a la actriz británica Emma Thomson. Haciendo un gracioso juego de palabras (“Emma, je vous aime comme personne vous aima”, es decir que la ama como nadie la ha amado, y suena al final como “Emma”) le declara su enamoramiento total: le dice que ama su sonrisa un poco triste, sus formas estupendas y hasta sus defectos. Por supuesto, la actriz inglesa , que dialoga con él en el tema, se derrite y hablando en excelente francés se rinde a su galanteo.

Moustaki, para mí, es ese amigo o hermano que siempre imaginé: errante, vagabundo, encantador, “flâneur” y “nonchalante” . Más bien , como siempre quise ser. Lastima que nunca aprendí a tocar la guitarra y solo me queda el consuelo de hacer un dúo imaginario, en casa,  con sus inolvidables y entrañables canciones.