Alguien dijo que el matrimonio es uno de los problemas filosóficos más importantes. También lo han dicho del suicidio, aunque no estén, en principio, relacionados. Para el psicoanalista británico Adam Phillips el matrimonio es sinónimo de monogamia y en su ensayo del mismo nombre (Monogamy, 1996) desarrolla a través de ingeniosos epigramas la idea de que hablar de ello “equivale a hablar de todo lo que podría importar: la sinceridad, el asesinato, la seguridad, la elección, la venganza, el deseo, la lealtad, la mentira, el riesgo, los hijos, el entusiasmo, los reproches, el amor, las promesas, los cuidados, a curiosidad, los celos, los derechos, la culpa, el éxtasis, la moral, el castigo, el dinero, la confianza, la envidia, la paz, la soledad, la casa, la humillación, el respeto, el compromiso, las normas, la continuidad, el secreto, la oportunidad, la comprensión, la traición, la intimidad, el consuelo, la libertad, las apariencias, el suicidio y, por supuesto, la familia”. (Prefacio).
“No todos creen en la monogamia, pero todos viven como si creyeran. Cuando la lealtad o la fidelidad están en juego, todo el mundo es consciente de que miente, o de que quiere decir la verdad. Todos se creen traidores o traicionados. Todos tienen celos , o se sienten culpables, y sufren la angustia de sus preferencias. Y los pocos afortunados que al parecer nunca sienten celos sexuales están siempre intrigados por esa clase de celos o alardean de no tenerlos. Nunca nadie se ha librado de sentirse excluido. En otras palabras, creer en la monogamia no es diferente de creer en Dios”. (Monogamia, 1).
PNo ha sido sin reparos y pensándolo muchas veces que me he atrevido a escribir estas notas sobre el matrimonio. Como reincidente, tal vez estoy demasiado influenciado o prejuicioso al respecto. Sin embargo, creo que las instituciones que duran mucho tiempo será por algo, tal vez sean necesarias.
El poeta, antropólogo, ensayista y novelista francés Georges Bataille (1897-1962) analizó en una de sus obras (El erotismo) los orígenes del matrimonio y en particular lo que se conoce como “el derecho de pernada”, que consistía en que la desfloración de la desposada quedaba a cargo de una autoridad superior al marido, el señor feudal.
“Se suele considerar al matrimonio como algo que tiene poco que ver con el erotismo.
Hablamos de erotismo siempre que un ser humano se conduce de una manera claramente opuesta a los comportamientos y juicios naturales. El erotismo deja entrever el reverso de una fachada cuya apariencia correcta nunca es desmentida; en ese reverso se revelan sentimientos, partes del cuerpo y maneras que comúnmente nos dan vergüenza. Insistamos en ello: este aspecto , que parece extraño al matrimonio, nunca dejó de notarse en él”.
Para Bataille, “el matrimonio es el marco de la sexualidad lícita”. Pero, influido por su formación cristiana (quiso ser sacerdote, pero posteriormente renunció a la fe) considera el matrimonio como una transgresión de carácter paradójico, pues representa la violación de una prohibición: “todo lo que mueve la religión implica la paradoja de una regla que admite su propio quebrantamiento regular en ciertos casos”. Como el cristianismo hacía impensable que un ministro de Dios efectuase ese quebrantamiento se estableció la costumbre de pedir al señor feudal, ya que por su poder podía tocar las cosas sagradas sin gran riesgo.
“En general no acabamos de comprender el carácter erótico o más simplemente transgresor del matrimonio, porque la palabra matrimonio designa a la vez el paso y el estado. Solemos olvidar el tránsito para considerar solamente el estado. Además, y desde hace mucho tiempo, el valor económico de la mujer confirió al estado la importancia principal. En efecto, lo que en el estado interesa son los cálculos, la espera y el resultado; no los momentos de intensidad, que valen solo en el instante mismo. Esos momentos no se toman en cuenta cuando lo que se espera es el resultado: la vivienda, los hijos y los esfuerzos que eso requiere”.
(La transgresión en el matrimonio. Capítulo X, El erotismo)
Bataille estuvo casado un par de veces, una con una bella actriz francesa , además de otras dos parejas. Su vida estuvo rodeada de la controversia por sus extrañas ideas y su obra fue considerada transgresora y pornográfica.
Eros y matrimonio
Estos conceptos o ideas contrapuestos a menudo, como señalaba Bataille, son también objeto de estudio de Carl Gustav Jung, al cual nos referíamos en una edición pasada aquí. “Es una concepción necia la que tienen los varones. Creen que Eros es sexo, pero yerran: Eros es estar vinculado”.
Para el psiquiatra suizo, “la mayoría de los hombres son eróticamente ciegos, ya que incurren en el imperdonable error de confundir Eros con sexualidad. El hombre cree poseer a una mujer cuando la tiene sexualmente. Jamás la tendrá menos. Pues para la mujer solo cuenta de verdad la relación erótica. Para ella el matrimonio es una relación con la añadidura de la sexualidad”.
Para rematar su concepto del Eros, Jung añade en otro párrafo lo siguiente:
“Se espera que el alma no este triste después del acto sexual, pero a menudo en el matrimonio se desencadenan las peores peleas y malentendidos después del coito, pues la sexualidad no alimenta el Eros”.
El marido, el hombre, debería tener “una relación individual” con la esposa, afirma. Es decir, no comportarse como un buen gestor de una empresa, pues la mujer que ha escogido debe ser para él alguien especial. Por otra parte, Jung analiza la importancia histórica del matrimonio como institución y dice que desde tiempos inmemoriales ha sido una mera operación comercial y siempre fueron muy escasas las bodas por amor. “Las mujeres se compraban y se vendían; en las familias reales siguen siendo una especie de trata de vacas, y en las familias ricas es similar”.
En tiempos remotos, entre tribus bárbaras o primitivas, advierte, “cualquier mujer era más o menos buena”. Y llama la atención por los incestos entre campesinos en su país. He aquí un caso del que oí hablar hace poco: Un campesino joven quería casarse, su madre y él poseían una buena propiedad, por eso la madre le dijo. ¿Para qué casarse? Solo habrá más bocas que alimentar; debería irme y me tendrás que mantener; si quieres una mujer, tómame a mí”.
El problema que ve Jung para tornar la institución matrimonial de colectiva a individual es que se produce el efecto llamado participation mystique, es decir una asimilación por la convivencia estrecha que elimina las diferencias y causa dependencia , es en especial si las parejas se casan jóvenes.
Como conclusión, probablemente acertada, el psicoanalista nos advierte que “el matrimonio no marcha solo”, como no lo hace ningún negocio. “Para la mujer lo único que no marcha por sí solo es el matrimonio, pues ése es su negocio”. Supongo que deberíamos entender “empresa” por negocio y no un mero intercambio mercantil. Aunque ciertas ideas machistas sobreviven y se expresan de manera burda todavía. Si fuera por interés económico, diría que el matrimonio para ellas no es un buen negocio, pues deben cargar con el peso de los cuidados, la crianza y la administración de los haberes, cuando los hay y el varón no hecho dejación total o parcial de sus responsabilidades. Lo cual suele suceder.
Hace poco vi una imagen en una red social. “Si te casas que sea con una buena cocinera; el amor pasa, el hambre, no”. Detestable.
Se entiende que ya se conozca un fenómeno que ya no es la monogamia sino la “soligamia”, mujeres que hartas de los varones se casan con ellas mismas.
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