Fuego
Georgie Dann, aquel músico francés que inventó la canción del verano, elevó a la parrillada a símbolo nacional, como ya había ocurrido en Texas o en Argentina, introducida allí por los gallegos. Su aroma perfuma los encuentros estivales mientras las pieles humanas también se carbonizan en playas y piscinas. Según un antropólogo muy conocido, la cocción de la carne es el cimiento de la civilización. Habrá que creerle. Yo, que soy más de otros tipos de preparación de carnes, francamente la detesto, como aborrezco el verano, su calor y sus canciones. Hasta la carne cruda me parece más apetecible, como tradición gastronómica heredada de los antiguos tártaros, que se dice la cocían bajo sus monturas.
La Barbacoa viene a estas páginas como la continuación de otras series misceláneas. Echaremos al fuego purificador nuestros fantasmas, a personajes o a esa espuma de los días que pasan, que son la salsa de nuestras vidas.
Terrorismo
“El verdadero terrorismo es el placer que acompaña a la destrucción”, dice Santiago Alba Rico, filósofo marxista autor de un artículo que titula El placer del apocalipsis, incluido en su libro De la moral terrestre entre las nubes. Se refiere a la imagen icónica de las Torres Gemelas derrumbándose sobre sí mismas. Esos edificios tenían un carácter simbólico, arraigadas en el subconsciente del sistema capitalista, que hace imperativo multiplicar los medios y las obras. También las víctimas mortales.
Apoyándose en Kant y Freud, Rico analiza esas imágenes que define como el gag visual más logrado de la historia, y concluye que esa imagen instaló en nuestras cabezas “el anhelo del apocalipsis como el único placer supremo al que podemos aspirar”. Pues bien, las imágenes apocalípticas se suceden en estos días en Gaza, en Irán, en Ucrania y hasta en Israel. A un récord de edificios destruidos ha de suceder otro de edificios levantados (a eso aspiran Trump y Netanyahu en Palestina, eso sí para resorts turísticos a beneficio de los capitalistas del mundo occidental). A costa de otro récord de muertos.
Cuando Santiago Rico Alba escribía esto, pensaba que sería difícil superar las imágenes del 11-S. Se equivocaba, pero no en decir que nos volverían insensibles para siempre. Excepto para paladear, ajenos al horror, la destrucción apocalíptica de otros territorios en las pantallas.
El Imperio ataca. Estados Unidos sigue siendo el gendarme global, contra las promesas de su César antes de ser elegido y contra el derecho internacional. Nada nuevo bajo el sol. Es el enemigo más peligroso para la paz mundial, lo demuestra su larga historia criminal. La nación que surgió con la ley del Colt y el Winchester ha atacado e invadido países en casi todos los continentes.
Me quedé corto
Me dice un amigo chileno que me lee desde las islas griegas, donde pasa sus vacaciones huyendo del frío glacial de su país, que le he dado zascas a todos incluido mi ciudad de residencia, San Vicente del Raspeig. Le contesto que me he quedado corto. Las calles están no sucias, sino lo siguiente, se pegan al suelo los zapatos de la mugre negruzca que acumulan. En cada portal de un supermercado proliferan mendigos y hay indigentes durmiendo en las plazas. ¿Qué hace el ayuntamiento? Nada. En el Outlet roban de día claro. Un amigo periodista del medio informativo local me cuenta que una señora sufrió un intento de atraco en el aparcamiento. Pusieron chinchetas bajo las ruedas del coche y una mujer la quería hacer bajar para arrebatarle el bolso con la ayuda de un cómplice. Pero la vecina de San Vicente ya había pasado por lo mismo y se negó. Yo vi con mis propios ojos como un ladrón rompía la atadura de un patinete en la puerta principal para llevárselo, a vista y paciencia del público. Los de seguridad estarían vigilando las tiendas, que es lo suyo.
San Vicente es una urbe sucia y sin seguridad. Paradójicamente, también es una de las más caras para comprar o alquilar viviendas. Por menos de 850 no se consigue nada, en el primer caso mini pisos vacíos en el centro o en edificios sin ascensor en el peor barrio del extrarradio y casas en ruinas por unos 200 mil (para reformar).
Comentarios