Arboricidas 

“Dos perfectos idiotas”, dijo la juez que mandó a prisión por cuatro años a dos tipos que talaron el “árbol de Robin Hood” en Northumberland, cerca del Muro de Adriano, en Inglaterra. La anécdota me hace pensar en los arboricidas que han existido en la Historia, entre los que se encuentran los “conquistadores” españoles en países de Iberoamérica. En Chile, donde trabajé como periodista en el gabinete del Instituto Forestal, un proyecto de la FAO para el medio ambiente, elaboré libretos y guiones audiovisuales educativos denunciando la destrucción del rico bosque nativo del país por los que combatían a los aborígenes en las selvas del sur y posteriormente por los colonos españoles y de otras naciones europeas que explotaron intensivamente la tierra y sustituyeron los bosques por campos de cultivo.

El arboricidio continúa en la península, cada verano. El origen de los siniestros es siempre sospechoso, a veces una barbacoa, otras fuegos imprudentes y también intencionados. Vamos camino a la desertización y por ende a desastres climáticos cada vez más devastadores.

En las ciudades de España y en particular de este territorio levantino los árboles escasean y en vez de dar refugio ensucian, como ocurre en ciudades como San Vicente del Raspeig, donde una lluvia amarilla pegajosa contribuye a crear un manto de suciedad y lodo que se pega en los zapatos, y hasta en las carrocerías y parabrisas de los coches.

El hombre, enemigo del árbol, enemigo de sí mismo también. Perro no come perro, pero los hombres sí.

Primo Levi, escritor judío sobreviviente  de los campos de exterminio dejó dicho: “Existe Auschwitz, por lo tanto no existe Dios”. Existe Gaza,  por lo tanto no existen ni Alá ni Jehová, pues ambas deidades no protegen a sus respectivos pueblos del genocidio y la vergüenza. Existe Alcatraz  rodeado de saurios, creado por ese Trump que esgrimía la Biblia , para recluir y castigar a los migrantes. ¿Dónde pensarán poner el campo de exterminio el tándem Núñez  (su apellido materno, no lo quiero mencionar nunca) Abascal?..

Migraciones

La RAE casi no diferencia el concepto de migración de inmigración y sin embargo son muy diferentes. Umberto Eco (1932-2016) trata el asunto desde una perspectiva histórica y sociológica: “Tenemos  inmigración cuando algunos individuos (muchos incluso, pero en medida estadísticamente insignificante con respecto a la cepa de origen) se trasladan de un país a otro (como los italianos o los irlandeses a América o como los turcos hoy a Alemania). Los fenómenos de inmigración pueden controlarse políticamente, limitarse, impulsarse, programarse o aceptarse. No sucede lo mismo con las migraciones. Ya sean violentas o pacíficas, son como los fenómenos naturales: suceden y nadie las puede controlar”. Todo un pueblo se desplaza, poco a poco-señala Eco- y va cambiando radicalmente la cultura del territorio al que han migrado. Las grandes migraciones del pasado del Este a Oeste cambiaron la cultura y la herencia biológica de los indígenas. Así pasó con las migraciones de “bárbaros” , que invadieron el Imperio Romano, creando nuevos reinos y culturas (“romano barbáricas” o “romano germánicas”). Y el caso más notorio es la migración europea hacia el continente americano. Aunque programada políticamente, los blancos europeos lejos de adoptar la cultura y costumbres de los aborígenes crearon una nueva civilización, a la cual los indígenas, los que sobrevivieron a su exterminio y esclavitud,  se adaptaron.

El flujo de Sur a Norte, decía este filósofo y escritor italiano, es incontenible. El planeta entero es un territorio de desplazamientos entrecruzados. El mestizaje es incontrolable. “El Tercer Mundo está llamando a la puerta de Europa, y entra aunque Europa no esté de acuerdo”. Y aventura una profecía: “Europa será un continente multirracial, o si lo prefieren “coloreado”. Si les gusta, así será; y si no les gusta, así será igualmente”.

Los choques culturales podrán ser cruentos (“sangrientos” dice Eco) y durarán mucho tiempo. El Imperio tardó cinco siglos en disolverse. Sin embargo, los racistas son una raza en vías de extinción, como los patricios romanos imperiales que rechazaban que  galos, judíos y africanos se convirtieran en “cives romani”.

Estas reflexiones del pensador italiano pertenecen, en parte, a un texto que leyó en el Ayuntamiento de Valencia , el 23 de enero de 1997  en unas jornadas sobre las perspectivas del Tercer Milenio. Más tarde las completó y publicó bajo el título Las migraciones, la tolerancia y lo intolerable”. En aquel tiempo, Italia recibía a unos doce mil albaneses y como en años pasados algunos se habían convertido en ladrones y prostitutas, se desató una intolerancia salvaje que convertía a los recién llegados en lo mismo. Antelo (VOX-Murcia), De Meer y Abascal no han inventado nada. Repiten los mismos argumentos de rechazo xenófobo.

Ojo, la intolerancia salvaje, germen del racismo y que convertida en doctrina dio lugar al nacionalsocialismo de Hitler, se manifiesta con brotes violentos en las masas de trabajadores y lumpen más pobres. Entre ricos no hay racismo, pese a que en el pasado, como ocurrió en Alemania, han articulado sus doctrinas políticas. Pero la práctica, mucho más peligrosa, se produce en los pobres.

Ricardo Dudda, joven escritor madrileño (1992), escribe en Letras Libres, revista cultural mexicana de tinte liberal derechoso, que lo de Torre Pacheco fue originado por “una mezcla de verdades, medias verdades y mentiras” y que detrás de este suceso se ha hurtado un debate sobre la realidad de la inmigración magrebí, particularmente, que él describe en este artículo como de explotación y miseria. Pero afirma categóricamente que existe “un problema de integración” y también “de delincuencia”. Dice que “si un bulo tiene rodaje es que hay una preocupación detrás”. Su abuelo, un militar alemán que participó en la persecución nazi, estaría de acuerdo.

Democracia

Cuando me vi despojado de mis derechos ciudadanos (empleo, seguridad social, etc.) por mi desempeño en labores de comunicación en el sitio que menciono más arriba, tuve que terminar mis estudios de Periodismo y mi sorpresa fue grande cuando supe que en vez de entregar un trabajo de fin de grado la Junta Militar había decretado, tras intervenir las universidades de Chile,  que tenía que cursar obligatoriamente una asignatura nueva: Filosofía de la Democracia. Más sorprendente aún fue saber que el profesor encargado de impartirla era nada menos que Manuel de Rivacoba,   un abogado español que había pasado diez años en cárceles franquistas, que huyó a Sudamérica y que había tenido que abandonar su cátedra en una universidad argentina cuando llegaron al poder los militares. Don Manuel, al parecer, se había cansado de huir pero no de enseñar. Era nada menos que ministro plenipotenciario de la República en el exterior y nos advirtió desde el principio que lo que nos iba a enseñar era “democracia liberal”.

Extraña cosa en esas circunstancias en que la atroz dictadura llegaba hasta las aulas de la Escuela de Derecho, donde tenían lugar las clases, para controlar sus contenidos. La dictadura chilena se proclamaba defensora de una democracia que había sido secuestrada por el gobierno de Salvador Allende, que según la extrema derecha y la democracia cristiana -propiciadores del golpe de estado- iba a convertir a Chile en una nueva Cuba socialista.

Quería , apoyado en ciertas lecturas de Slavoj Zisek  y de otros, formular algunas definiciones sobre este concepto. He renunciado finalmente, porque si bien es cierto que, como afirma el filósofo esloveno revisionista del marxismo, el límite de la democracia es el Estado, el problema  es la relación entre la libertad y la democracia. La democracia, en particular la “liberal”, no puede subsistir sin la propiedad privada de los medios de producción, o sea el capitalismo con sus distinciones de clase, su mercantilización de la vida y su estrés, también la desigualdad.

Tal vez la característica más real de la democracia es la que pensaba el psiquiatra Castilla del Pino: “Lo mejor de una democracia, la comodidad. No nos pone a prueba en nuestra capacidad para no ser viles ni cobardes. La democracia es, en efecto, vivir cómodamente”.