Me he enterado que el Rey de Inglaterra, S.M. Carlos III, tomaba café por la alternativa, es decir por vía anal, mediante un enema. Tan novedoso tratamiento para la grave enfermedad que padece no es para tomárselo a broma. Pero teniendo en cuenta que ese monarca no me leerá, ni acaso sus leales súbditos, me tomo la licencia de usarlo para dejar nota registrada de las cosas que a mi edad, la misma que su regia majestad, meses más meses menos, ya no soporto, o sea que me dan por la alternativa, pero sin cafeína :
– Los que van conduciendo con las ventanillas bajadas del coche y con la radio a toda leche con esa horrible, asquerosa basura de ruido, en la que el canto es una jerigonza ininteligible con acentos extraños acompañada de ritmo machacón.
-Los tertulianos de todos los programas de la tele que se enzarzan en insulsas, banales discusiones, perdiendo las formas y hasta la respiración. No se les entiende nada, por suerte.
-Esos cocineros, ahora llamados “chefs”, que promocionan productos con los que seguramente no cocinarían jamás. Pues si lo hicieran caerían en abierta contradicción en sus discursos mentirosos sobre la excelencia en el arte culinario, la salud alimentaria y otras yerbas.
-Los programas de “tendencias”, de promoción turística y gastronómica, solo para pijos que deseen ir a Bollullos de la Sierra a degustar platitos diminutos a precios enormes. Para luego dormir en caballerizas decoradas con mobiliario “cuco”.
-Los certámenes literarios de todo tipo en los que se premia a bodrios precocinados, seudo históricos y escritos hasta por tres o cuatro manos. Nunca saldrá de allí un buen novelista para la posteridad, ni menos aún un genio literario.
-Los modistos y modistas, que van de “alta costura” y se prestan para realitys en los que se trata tanto de coser como de cocinar en los de cocina de los tales “chefs”.
– Los dichos “escritores(as)” de best sellers, mala literatura donde las haya, que se venden como rosquillas en supermercados del libro y ferias donde se plantan a firmar a los papanatas que les compran su basura.
– Los malos poetas, desconocedores del ritmo y la métrica, que proliferan como los hongos y que , por fortuna, nadie lee. En su descargo hay que decir que por lo mismo (lo decía Hans Magnus Enzensberger en su personaje Señor Z) son totalmente inofensivos.
– Los actores, cantantes y presentadores que, como los dichos “chefs”, se prestan a la publicidad de lo que sea. Dan la penosa impresión de que o han fracasado en su carrera, están desfasados por su estilo o edad, o que tienen que pagar ingentes deudas a Hacienda, o han sido estafados por sus agentes.
– Los que exigen machaconamente que dimitan los políticos, cuando saben de sobra que no está en su ADN la decencia de admitir sus errores o trapacerías.
– Los hombres y mujeres del Tiempo en la televisión, cuando parece que vienen a exhibir vestuario y tipo, o cuando ponen cara de circunstancias y advierten de peligros climatológicos, como si no supieran que la gente sale igual , llueva o truene, a hacer sus quehaceres diarios porque a la fuerza ahorcan en el curro. O porque les encanta hacer surf en un mar embravecido, montañismo en plena tormenta o esquivar olas en la costa.
– Los que presentan magazines mañaneros salpicados de sucesos sangrientos y otras desgracias. Puro amarillismo de color rosa.
-Los humoristas de todo tipo y pelaje, especialmente aquellos que no se dan cuenta de que su tiempo ya pasó. Será que alguna “mota” de polvo oscurece su visión. O tienen la jeta de “hormigón”.
– La publicidad engañosa de esos supermercados que sabemos que ponen a la venta a menor precio sus productos cuando están a punto de caducar.
– Esos programas “culturales” en los que el presentador y entrevistado se soban los lomos mutuamente. Y los “creadores” que hablan del sexo de los ángeles en vez de lo que les preguntan, que por lo demás es prescindible absolutamente, pues la obra, escrita o artes plásticas, se explica por sí misma en la lectura o en la visión de la misma o no tienen sentido. Capítulo aparte merecen esos cursis que van a festivales de cine y a exposiciones en museos , ferias de arte, etc. Son un “amor”.
– Las redes sociales, por razones obvias y a las que creo innecesario señalar, a las y los influencers.
Podría extenderme hasta el infinito. Pero sería en ese caso tan pesado como esos otros a los que he criticado anteriormente. Porque debo ser un criticón, un viejo de mierda. Y si vosotros, si estáis de acuerdo al menos con el cincuenta por ciento de la lista, lo seréis también, seguro.
Viva el Rey. (De Inglaterra, claro). Y que le sienten bien esos cafés.
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